La llegada
Como ya escribí en un post anterior, no tuve problemas en mi llegada a Santiago. Pasé el control sin ningún problema.
No es recomendable llevar nada de comida. La PDI tienen perros que recorren el aeropuerto en busca de comida sin declarar. Si traéis comida sin declarar os ponen una multa y depende de lo que sea, te lo dejarán pasar o no. Hay cosas que se pueden pasar declarando, pero tienen que cumplir una serie de condiciones: si es jamón, envasado al vacío y etiquetado, si es queso etiquetado donde ponga que está pasteurizado... y así bastantes normas que podéis buscar aquí. Más adelante hablaré de los envíos de comida de España a Chile, que merece un post.
Una vez en el aeropuerto, puedes coger una "Transfer", que es una furgoneta que hace el recorrido del aeropuerto a la ciudad, por unos 7.000 pesos (10€ aprox), pero hay más autobuses, aunque tardan más.
Primeras sensaciones
La primera imagen de Santiago que tengo, desde la ventanilla de la camioneta que me llevó al centro, es la de una ciudad enorme, gris, con edificios altos, de estilo "moderno", pero bastante descuidados. Pensé que sería que había niebla y que esa visión no le hacía justicia, así que le daría la oportunidad de ir conociendo poco a poco la ciudad (después me enteré de que no era niebla, sino polución).
Gran Torre Santiago - Providencia |
Según nos adentrabamos en la ciudad todo cambió. "Oye pues no está mal...". Había parques, centros comerciales como en cualquier ciudad europea, las calles estaban limpias... Me sorprendió un enorme rascacielos, "la Gran Torre Santiago", de cristales azulados y una altura que doblaba o triplicaba el resto de edificios cercanos. Claro, estabamos en Providencia, uno de los barrios más ricos de Santiago y de hecho, una de las comunas con mayor índice de inmigrantes españoles. No es mi caso, por cierto.
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