Después de unos meses de abandono total, retomo el blog con un post sobre el viaje que hice junto a unos amigos a la Patagonia chilena para fin de año.
Salimos hacia Punta Arenas el 31 de diciembre y llegamos a la ciudad a medio día. Yo tenía las expectativas muy altas, porque siempre escuché hablar maravillas sobre la Región de Magallanes. Nuestro viaje, de solo cuatro días, contemplaba la visita a dos lugares emblemáticos de la Patagonia: Torres del Paine y Perito Moreno. El resto de días, la intención era conocer las ciudades de Punta Arenas y Puerto Natales y visitar las zonas más interesantes.
Cuando llegamos a Punta Arenas, quisimos ir enseguida hasta el estrecho, para poder ver el lugar por donde pasó Fernando Magallanes junto con Elcano en 1520. La verdad, fue una decepción.
Esperaba una playa cuidada, con puntos de información, ya que es un sitio turístico, pero me encontré una playa fea llena de basura. El agua era marrón y flotaban plásticos y deshechos de los barcos que pasan por allí constantemente. El paseo marítimo, "ni un brillo", cómo dicen aquí, pese a la carga histórica y geográfica del lugar, no está acondicionado ni se le saca el provecho que debiera.
La zona centro me pareció más bonita, la plaza de armas tiene su encanto y está rodeada por edificios con cierto interés histórico, museos e iglesia.
Durante la jornada en Punta Arenas, también fuimos al cementerio, ya que nos comentaron que era precioso, y sí, es un cementerio lindo, pero tampoco como para organizar tours turísticos a verlo.
Cementerio de Punta Arenas |
El último día de Punta Arenas lo dedicamos a ir al museo Nao Victoria, donde está la réplica de la embarcación con la que Elcano consiguió finalizar la expedición de Magallanes. El lugar se nota que está como "a medias". La réplica de la Nao Victoria, según nos informamos, es casi exacta a la real, pero el resto del espacio del museo está lleno de herramientas, botes pintura y clavos ya que están construyendo también una réplica del "Beagle" inglés, embarcación del capitán FitzRoy y Charles Darwin. Mereció la pena la visita porque el dueño del lugar fue muy amable, nos vio interesados en el tema y disfrutó contándonos muchísimos datos y anécdotas de los viajes de los exploradores de aquella época.
Museo Nao Victoria, en Punta Arenas |
Por los días que estuvimos (31 de diciembre y 1 de enero) prácticamente no pudimos hacer nada. Quisimos visitar la Isla Magdalena, donde hay una reserva de pingüinos e ir al Fuerte Bulnes y no pudimos hacer ninguna de las dos.
Después de la decepción de no poder visitar las pingüineras, por fin pusimos rumbo a Puerto Natales un poco asustados por lo que nos íbamos a encontrar allí, ya que nos dijeron que era mucho más feo que Punta Arenas. En realidad solo es un pueblo más de casitas bajas y bastante pobres, sin mucha armonía en la planificación urbana. Pero lo importante no es Puerto Natales en sí, sino el lugar dónde se encuentra. Si caminas hacia el lago, puedes ver las montañas que preceden al macizo de las Torres del Paine. El paisaje eclipsa cualquier defecto que tenga el pueblo.
Al día siguiente llegó lo importante: Torres del Paine. Por falta de tiempo, no pudimos hacer la famosa "W" a través del parque natural, ya que eso nos habría llevado 4 días. En su lugar hicimos un tour de 12 horas que rodeaba el parque. Fue espectacular.
Vista espectacular de Torres del Paine |
Los colores de Torres del Paine son increíbles, lagos de diferentes tonos de azul, praderas verdes y amarillas, montañas enormes entre grises y moradas que parecen salpicadas por la nieve en sus cumbres.
A lo largo del recorrido, vimos los diferentes ángulos y perfiles del macizo de las torres, numerosos lagos, cascadas, ríos, fauna, flora e incluso un glaciar.
En la orilla de uno de los lagos de Torres del Paine |
Cada lago tenía un tono azul, verde o gris diferente debido a los cambios en el PH del agua y también como en el caso del Lago Grey, a los sedimentos del glaciar.
La furgoneta nos llevó por un intenso recorrido que finalizó con la visita a la cueva del milodón, ya fuera del Parque de Torres del Paine. El milodón (una especie extinta de mamífero, parecido a un perezoso gigante) es la imagen de Puerto Natales, y aunque no hay mucho que ver (una estatua y una vitrina con réplicas de los huesos encontrados... Solo un puñado de pelo supuestamente real, pero que da bastante pena), si pasas por allá, como en nuestro caso, no está demás visitar a la cueva y estirar las piernas.
Al día siguiente, con la belleza de Torres del Paine todavía en la retina, cruzamos la frontera con Argentina en un viaje de cinco horas para llegar hasta Calafate y de ahí, al glaciar Perito Moreno. El viaje es agotador, con zonas de caminos de piedras, pero todo el cansancio merece la pena cuando llegas a Perito Moreno. Ni las palabras ni las fotografías pueden describir la sensación de estar en ese lugar. Las enormes paredes de 70 metros de nieve compactada, los tonos azules, los crujidos constantes del hielo rompiéndose en su interior y la explosión final del hielo cayendo al lago. Es alucinante. Merece cada peso gastado y cada hora de furgoneta saltando de bache en bache.
En el mirador estuvimos una hora (muy poco, nos habría gustado estar todo el día observando) y después nos llevaron a la otra parte del glaciar, donde cogimos un barquito que nos dejó a muy pocos metros de la pared. Fue una maravilla. El paseo en barco y la imagen desde abajo y tan cerca resulta imponente.
Como anécdota, un amigo estuvo todo el viaje dando la vara con bebernos un cubata en el barco con hielo de glaciar. Yo no le creí mucho, pero estando en la cubierta sacó una botella de Ron y otra de cantarina (una especie de fanta de limón con un color fosforito radiactivo) y pidió hielo de glaciar a unos empleados del barco. Nos trajeron varios pedazos de glaciar y allí nos servimos el cubata de Ron con cantarina y hielo de glaciar Perito Moreno. El mejor que he probado en mucho tiempo. Al menos el más exclusivo.
(izq- drcha) Balle, servidora, Miquel, David, Mayca y Leo bebiendo el Ron con Cantarina y hielo de Perito Moreno |
Tras esa maravilla de visita volvimos a Calafate, por cierto, una ciudad muy acondicionada para el turismo y con encanto (al menos la parte que vimos) y de allí pusimos rumbo de vuelta a Puerto Natales, otras cinco horas de bus hasta llegar al hostal.
Me resultó curiosa la parada que hicimos en la aduana argentina. Para empezar no tenían ni luz en el barracón donde estaba la policía, tenían unas pantallas de ordenador apagadas que parecían de atrezo y anotaban todo a mano. Para darle más forma caricaturesca a la situación, solo había un policía trabajando en su escritorio, ya que sus compañeros estaban en la sala de al lado jugando una partida de ping pong. Debían haber apostado mucho dinero, porque celebraban cada punto como si fuera un gol de Messi en la final de un mundial. Incluso el único policía que trabajaba, de vez en cuando miraba para allá sufriendo por estar atendiéndonos y no poder ver en el momento clave de la partida.
Ahí finalizó el viaje. Al día siguiente volvimos a Punta Arenas para coger el avión rumbo a Santiago. Nos despedimos de la Patagonia con la sensación de haber visto dos maravillas de la naturaleza y planeando nuestra vuelta a Torres del Paine para poder hacer la W.
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